lunes, 18 de marzo de 2013

LAS GRISES Yo fui a un colegio de monjas. Las terciarias, pero nos llamaban las grises. Eramos solo niñas. El apodo venía del uniforme. El más típico: polo blanco, jersey azul marino y falda gris. De ahí , las grises. Nuestros rivales eran las abejas y los rojos. Las abejas eran las niñas de las carmelitas. Ya sabéis :polo blanco, jersey marrón y falda a cuadros amarilla y marrón. Quizá eso no se parecía mucho a una abeja, pero nosotras las llamábamos así. Los rojos eran de un cole privado, El Estel. Eran niños y niñas uniformados con pantalón azul, polo blanco y jersey rojo, de ahí los rojos. Todas nuestras batallas dialécticas comenzaban y acababan por nuestros apodos… ¡Que vienen las grises !- nos gritaban- y nosotras que poco sabíamos entonces de dictadura, de represiones y de manifestaciones defendíamos nuestro orgullo de barrio, nuestro orgullo de cole, como podíamos … En estos tiempos que corren hubiéramos triunfado. Las grises, los grises, eso es lo que está ahora de moda. Ni las laboriosas “abejas” ni mucho menos “los rojos” , ninguno triunfa ahora mismo tanto como los grises. Ser gris es actualmente una cualidad valorada por encima de cualquier otra. De hecho, creo que en las administraciones públicas, en los medios de comunicación, en las escuelas, en los hospitales , prueban a la gente a ver si es lo suficientemente gris. ¡Ay de ti como una mínima brizna de color se escape de tus ojos o brille en tu trabajo! Si eres capaz de solucionar demasiados asuntos en tu ayuntamiento, hacer un buen reportaje periodístico, diagnosticar demasiadas dolencias que necesitan un especialista o conseguir que tus niños suban la patética nota media de nuestro país, malo, muy malo, no eres lo sufientemente gris para los tiempos que corren. Si eres así, ya sabes lo que te toca, estar señalado por el ojo acusador del Tribunal de Grises o esconderte muy bien, muy bien para que tus pequeños destellos no deslumbren a nadie… En el Tribunal de Grises están los más grises entre los grises y no es nada fácil alcanzar el máximo escalafón porque la competencia es tremenda, cada vez más. De hecho cada vez que se reúne el Tribunal alguno de los supergrises es desterrado y es sustituido por otro todavía más gris. ¡Ay si cuando yo estaba en el mi colegio de monjas me hubiera sentido más identificada con mi uniforme! Porque yo defendía mi escuela y luchaba como la que más pero realmente odiaba el uniforme, odiaba que nos llamaran las grises. Mi madre siempre me decía : “hija, en la vida no todo es blanco o negro, que hay muchos grises”. Demasiados mamá, demasiados

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